DEPORTES: Un cuento para recordar hoy los 11 años del Tetra Campeonato de América de Estudiantes
15.07.2020 07:36
Copa Libertadores 2009
CUARTA ESTRELLA DE AMÉRICA EN EL FIRMAMENTO DE ESTUDIANTES DE LA PLATA
CUARTA ESTRELLA DE AMÉRICA EN EL FIRMAMENTO DE ESTUDIANTES DE LA PLATA
Un Cuento de Hugo Mársico
Esa noche a Pablo le costó conciliar el sueño. Dio vueltas una y otra vez en la cama con un único pensamiento: el partido de fútbol que hacía unas horas había presenciado.
El desvelo no fue para menos. Su equipo Estudiantes de La Plata había llegado, una vez más, a la final de la Copa Libertadores de América (esta vez llamada Santander Libertadores) y en el partido de ida, jugando de local en el Estadio Ciudad de La Plata, aquel 8 de julio de 2009, empató 0 a 0, con el poderoso equipo brasileño de Cruzeiro, y quedó, para una semana después, la revancha, nada menos, que en terreno carioca.
Un fuerte ardor en la boca del estómago lo obligó a levantarse y a tomar una pastilla para la acidez.
-Esto será por el chori y las birras que consumí a la salida de la cancha? -se preguntó en voz alta mientras se masajeó la zona abdominal.
La respuesta la tuvo en su cabeza, en donde las palabras de su otro yo retumbaron: son los nervios por el Pincha querido, ya que la visita a Belo Horizonte va a ser muy complicada.
El personaje de esta historia nació en 1987, 20 años después de las hazañas coperas albirrojas de América y del Mundo, sucesos que solo tuvieron sustento en él en la transmisión oral de su padre, quien le inculcó, desde la cuna, el amor por los colores, y por lo que podía leer en los recuerdos del diario El Día, en la revista el gráfico o, más acá, en los incipientes portales de internet.
Esta nueva oportunidad relanzó la esperanza de verlo salir campeón de América con sus propios ojos y de esta manera disfrutar del acontecimiento y convertirse en el nuevo transmisor oral de las nuevas generaciones rojiblancas.
Tras tomar la medicina volvió a la cama. Se acostó boca arriba y se quedó quieto. Cerró los parpados y, en segundos, se quedó dormido.
Allí morfeo hizo lo suyo y esa noche se le apareció en el sueño un señor con su rostro oculto por la visera de una gorra roja y blanca, quién comenzó a mostrarle hoja por hoja un libro amarillento, con los innegables huellas del paso del tiempo, y allí fueron apareciendo las fotos de las figuras que le dieron al pincha las glorias internacionales de los campeonatos de América 1968, 1969 y 1970 y el campeón del Mundo de clubes: Presidente Mangano, DT Zubeldia, Profe Kistenmacher, Médico Dr Marelli; jugadores: Poletti, Malbernat, Aguirre Suárez, Madero, Medina, Bilardo, Pachamé, Togneri, Ribaudo, Conigliario, Verón, Echevopar, Bocha Flores, Bambi Flores, Fucceneco, Spadaro, Lavezzi. También la de Miguel Ignomiriello que dirigió a varios en la recordada “tercera que mata”.
El hombre cerró el libro, se quitó la gorra y dejó ver su rostro. Pablo en su sueño quedó paralizado, la persona del relato era, nada más y nada menos, que Alejandro Sabella, el técnico que en el partido de esa noche lo vio en el banco de suplentes local moviéndose y dando indicaciones, casi metiéndose en el campo, en cada acción del juego.
-Toda esta gente que viste fueron quienes llevaron a Estudiantes a los mayores planos del fútbol internacional. Por ellos, y por los jugadores, técnicos, dirigentes y, especialmente, por los socios e hinchas de toda la historia del club desde su creación en 1905, nosotros tenemos la enorme responsabilidad de que vos y las nuevas generaciones lo vean campeón de América y alzar nuevamente la Copa, y que le demos la cuarta estrella en el firmamento pincha. Por eso te digo, sin dudar, que en Brasil vamos a dar la vuelta olímpica. -le dijo en el sueño Pachorra Sabella, aquel recordado habilidoso zurdo que brilló con la casaca albirroja en los comienzo de los 80, hoy con el buzo de DT.
Justo en el momento que el joven se preparó para responderle, sintió unos toques en el hombro y, abriendo levemente los ojos y desperezándose, escuchó la dulce voz de su madre:
-No escuchaste el despertador. Arriba hijo que se te hace tarde para ir al trabajo.
La que vino fue una semana de mucha intensidad. La ansiedad por la revancha en Brasil fue creciendo y Pablo no pudo borrar de su mente lo que soñó esa noche.
Obviamente que en esos días gran parte de la ciudad estuvo sumergida en un inquietante ir y venir de hinchas con camisetas rojas y blancas que planificaban el viaje a Brasil. La sede albirroja de avenida 53 entre 7 y 8 fue el epicentro, asemejándose a un verdadero hormiguero.
Cuestiones de trabajo y estudio hicieron que Pablo no pudiera viajar. Así comenzó, en las jornadas previas, a cómo organizarse para ver el partido, de aquel 15 de julio de 2009.
La noche previa al encuentro el joven hincha volvió a tener problemas de insomnio. Cuando pudo cerrar los ojos enseguida volvió a soñar y, otra vez, con el club de sus amores.
Esta vez se encontró ubicado parado en la boca del túnel del Mineirao. Le comenzaron a temblar las piernas cuando vio emerger la figura del emblema del equipo, el capitán Juan Sebastián Verón.
-Pablo tenés que chocar la palma de la mano de cada jugador, incluso los que no juegan; cábalas son cábalas pibe -le tiró la brujita dándole un par de palmadas en el pecho.
Así en fila india pasaron: Andújar, Albil, Dobler, Desabato, Cellay, Iberbia, Alayes, Rojo, Schiavi, Díaz, Angeleri, Sánchez, Pérez, Huerta, Núñez, Moreno y Fabianesi, Braña, Benítez, Sanchez Prette, Salgueiro, Fernández, Calderón, Boselli, Lentini, Galvan, Carrasco; y se extendió a miembros del cuerpo técnico: Sabella, Camino y Gugnalli.
Hasta que, una vez más, la madre rompió el sueño, depertándolo para ir al trabajo.
En esa jornada, su jefe, hincha de San Lorenzo, lo autorizó a que se fuera temprano y cuando emprendió la retirada hubo cargadas de un par de hinchas de Gimnasia, a los que no les contestó y que, ni siquiera, miró.
Su casa, en un barrio de la periferia Platense, fue el escenario elegido para seguir las acciones del encuentro por radio y TV, junto a su familia y amigos.
Dos horas antes del partido, con mamá Nora y Papá Hugo ya en casa, fueron llegando y se sumaron: sus hermanas María y Camila, su cuñado José -hincha de Boca hoy alentando al Pincha-, los primos Toto y Valto; los amigos del padre Ariel -encargado de las birras y los snack estuvieron a cargo de los dueños de casa-, Carlitos, Belén, Cecilia, Marcelo y Gurru.
La previa la vivieron por la radio FM La Redonda y pudieron entender, a través de los relatos, la hostilidad y las dificultades que tuvieron los albirrojos al ingresar al estadio de Brasil.
El canal de TV en el que vieron el partido fue Fox Sports.
Aquella noche el Estadio Gobernador Magalhaes Pinto, conocido como Mineirao, en Belo Horizonte, estuvo colmado.
Unas 75.000 almas, mayormente brasileños, hicieron vibrar las tribunas.
El árbitro chileno Carlos Chandía dio el pitazo inicial y así arrancó la batalla en la búsqueda del campeonato.
La multitud en el comedor de la vivienda, lo vivió con mucha pasión. Por momentos gritaron y en otros enmudecieron y se paralizaron.
Fue un primer tiempo de dientes apretado y terminó con el marcador en blanco.
En la segunda parte, a los 6 minutos, Henrique anotó el gol local y pareció que las ilusiones del Pincha se caían, pero la Gata Fernández, 5 minutos después, a los 11, marcó la igualdad y resurgió la ilusión.
Hubo que esperar hasta el minuto 28 cuando Boselli clavó el 2do gol del león, que a la postre, no sin antes aguantar el resultado, le dio el triunfo y el cuarto campeonato de América.
Alegría allá, con el levantamiento de la Copa y la vuelta; y alegría acá, en la casa de Pablo y en la de miles de viviendas platenses.
Esa noche los festejos se extendieron a las calles, que fueron inundadas de banderas e hinchas con camisetas de Estudiantes, con cánticos y bombas de estruendos. Esa fue la parte de la celebración, que tuvo como epicentro la tradicional esquina de 7 y 50.
Al otro día una multitud recibió a la delegación pincharrata en el Aeropuerto de Ezeiza, quienes treparon a un micro descapotable y viajaron hasta La Plata en una larga y colorida caravana de vehículos de todo tipo.
Los hinchas albirrojos se concentraron en plaza Moreno y fueron saludados por jugadores y cuerpo técnico desde el Palacio Municipal. La alegría no tenía fin.
Pablo fue parte de toda esa marea humana. Se acercó lo que más pudo a los jugadores. Le gritó a Verón, y la Brujita se dio vuelta y le alzó el pulgar. El joven lo tomó como el agradecimiento por la cábala del sueño.
Pasaron varias horas de festejo y el joven que a esta altura había perdido, entre la multitud, a sus familiares y amigos, decidió emprender la retirada de la plaza y caminó por diagonal 73.
Frente a un kiosco detuvo su marcha un automóvil y bajó un hombre a comprar agua mineral.
Era el DT Alejandro Sabella, ya no en un sueño, ahora en carne y hueso.
Mientras por la pequeña ventana pagó el agua, Pablo lo observó, en soledad, desde la vereda.
En ese momento eran pocos los celulares y, encima, no tenía nada para que le firme un autógrafo.
-Te puedo abrazar -le dijo entonces el joven.
Sabella abrió sus brazos y se dieron un fuerte abrazo.
-Me dijiste que nos ibas a sacar campeón y cumpliste: sos un crack -dijo Pablo llorando de emoción y rememorando lo soñado.
Sabella, sin saber del sueño del hincha, le dijo: “nunca dudé que salíamos campeones. Te pido algo: disfrutalo y no te olvides cuando seas padre y abuelo, de contarle a tus hijos y nietos, lo que significa la pasión y la mística copera de Estudiantes, de este club que, cuando llegué, me enseñaron que es una gran familia. Yo mamé eso y quedé enamorado y prendado con esta familia. También aprendí que su gloria se transmite de generación en generación y esa es tu responsabilidad ahora. Por el momento seguí festejando el Tetra campeonato de América pibe!”.
Esa noche a Pablo le costó conciliar el sueño. Dio vueltas una y otra vez en la cama con un único pensamiento: el partido de fútbol que hacía unas horas había presenciado.
El desvelo no fue para menos. Su equipo Estudiantes de La Plata había llegado, una vez más, a la final de la Copa Libertadores de América (esta vez llamada Santander Libertadores) y en el partido de ida, jugando de local en el Estadio Ciudad de La Plata, aquel 8 de julio de 2009, empató 0 a 0, con el poderoso equipo brasileño de Cruzeiro, y quedó, para una semana después, la revancha, nada menos, que en terreno carioca.
Un fuerte ardor en la boca del estómago lo obligó a levantarse y a tomar una pastilla para la acidez.
-Esto será por el chori y las birras que consumí a la salida de la cancha? -se preguntó en voz alta mientras se masajeó la zona abdominal.
La respuesta la tuvo en su cabeza, en donde las palabras de su otro yo retumbaron: son los nervios por el Pincha querido, ya que la visita a Belo Horizonte va a ser muy complicada.
El personaje de esta historia nació en 1987, 20 años después de las hazañas coperas albirrojas de América y del Mundo, sucesos que solo tuvieron sustento en él en la transmisión oral de su padre, quien le inculcó, desde la cuna, el amor por los colores, y por lo que podía leer en los recuerdos del diario El Día, en la revista el gráfico o, más acá, en los incipientes portales de internet.
Esta nueva oportunidad relanzó la esperanza de verlo salir campeón de América con sus propios ojos y de esta manera disfrutar del acontecimiento y convertirse en el nuevo transmisor oral de las nuevas generaciones rojiblancas.
Tras tomar la medicina volvió a la cama. Se acostó boca arriba y se quedó quieto. Cerró los parpados y, en segundos, se quedó dormido.
Allí morfeo hizo lo suyo y esa noche se le apareció en el sueño un señor con su rostro oculto por la visera de una gorra roja y blanca, quién comenzó a mostrarle hoja por hoja un libro amarillento, con los innegables huellas del paso del tiempo, y allí fueron apareciendo las fotos de las figuras que le dieron al pincha las glorias internacionales de los campeonatos de América 1968, 1969 y 1970 y el campeón del Mundo de clubes: Presidente Mangano, DT Zubeldia, Profe Kistenmacher, Médico Dr Marelli; jugadores: Poletti, Malbernat, Aguirre Suárez, Madero, Medina, Bilardo, Pachamé, Togneri, Ribaudo, Conigliario, Verón, Echevopar, Bocha Flores, Bambi Flores, Fucceneco, Spadaro, Lavezzi. También la de Miguel Ignomiriello que dirigió a varios en la recordada “tercera que mata”.
El hombre cerró el libro, se quitó la gorra y dejó ver su rostro. Pablo en su sueño quedó paralizado, la persona del relato era, nada más y nada menos, que Alejandro Sabella, el técnico que en el partido de esa noche lo vio en el banco de suplentes local moviéndose y dando indicaciones, casi metiéndose en el campo, en cada acción del juego.
-Toda esta gente que viste fueron quienes llevaron a Estudiantes a los mayores planos del fútbol internacional. Por ellos, y por los jugadores, técnicos, dirigentes y, especialmente, por los socios e hinchas de toda la historia del club desde su creación en 1905, nosotros tenemos la enorme responsabilidad de que vos y las nuevas generaciones lo vean campeón de América y alzar nuevamente la Copa, y que le demos la cuarta estrella en el firmamento pincha. Por eso te digo, sin dudar, que en Brasil vamos a dar la vuelta olímpica. -le dijo en el sueño Pachorra Sabella, aquel recordado habilidoso zurdo que brilló con la casaca albirroja en los comienzo de los 80, hoy con el buzo de DT.
Justo en el momento que el joven se preparó para responderle, sintió unos toques en el hombro y, abriendo levemente los ojos y desperezándose, escuchó la dulce voz de su madre:
-No escuchaste el despertador. Arriba hijo que se te hace tarde para ir al trabajo.
La que vino fue una semana de mucha intensidad. La ansiedad por la revancha en Brasil fue creciendo y Pablo no pudo borrar de su mente lo que soñó esa noche.
Obviamente que en esos días gran parte de la ciudad estuvo sumergida en un inquietante ir y venir de hinchas con camisetas rojas y blancas que planificaban el viaje a Brasil. La sede albirroja de avenida 53 entre 7 y 8 fue el epicentro, asemejándose a un verdadero hormiguero.
Cuestiones de trabajo y estudio hicieron que Pablo no pudiera viajar. Así comenzó, en las jornadas previas, a cómo organizarse para ver el partido, de aquel 15 de julio de 2009.
La noche previa al encuentro el joven hincha volvió a tener problemas de insomnio. Cuando pudo cerrar los ojos enseguida volvió a soñar y, otra vez, con el club de sus amores.
Esta vez se encontró ubicado parado en la boca del túnel del Mineirao. Le comenzaron a temblar las piernas cuando vio emerger la figura del emblema del equipo, el capitán Juan Sebastián Verón.
-Pablo tenés que chocar la palma de la mano de cada jugador, incluso los que no juegan; cábalas son cábalas pibe -le tiró la brujita dándole un par de palmadas en el pecho.
Así en fila india pasaron: Andújar, Albil, Dobler, Desabato, Cellay, Iberbia, Alayes, Rojo, Schiavi, Díaz, Angeleri, Sánchez, Pérez, Huerta, Núñez, Moreno y Fabianesi, Braña, Benítez, Sanchez Prette, Salgueiro, Fernández, Calderón, Boselli, Lentini, Galvan, Carrasco; y se extendió a miembros del cuerpo técnico: Sabella, Camino y Gugnalli.
Hasta que, una vez más, la madre rompió el sueño, depertándolo para ir al trabajo.
En esa jornada, su jefe, hincha de San Lorenzo, lo autorizó a que se fuera temprano y cuando emprendió la retirada hubo cargadas de un par de hinchas de Gimnasia, a los que no les contestó y que, ni siquiera, miró.
Su casa, en un barrio de la periferia Platense, fue el escenario elegido para seguir las acciones del encuentro por radio y TV, junto a su familia y amigos.
Dos horas antes del partido, con mamá Nora y Papá Hugo ya en casa, fueron llegando y se sumaron: sus hermanas María y Camila, su cuñado José -hincha de Boca hoy alentando al Pincha-, los primos Toto y Valto; los amigos del padre Ariel -encargado de las birras y los snack estuvieron a cargo de los dueños de casa-, Carlitos, Belén, Cecilia, Marcelo y Gurru.
La previa la vivieron por la radio FM La Redonda y pudieron entender, a través de los relatos, la hostilidad y las dificultades que tuvieron los albirrojos al ingresar al estadio de Brasil.
El canal de TV en el que vieron el partido fue Fox Sports.
Aquella noche el Estadio Gobernador Magalhaes Pinto, conocido como Mineirao, en Belo Horizonte, estuvo colmado.
Unas 75.000 almas, mayormente brasileños, hicieron vibrar las tribunas.
El árbitro chileno Carlos Chandía dio el pitazo inicial y así arrancó la batalla en la búsqueda del campeonato.
La multitud en el comedor de la vivienda, lo vivió con mucha pasión. Por momentos gritaron y en otros enmudecieron y se paralizaron.
Fue un primer tiempo de dientes apretado y terminó con el marcador en blanco.
En la segunda parte, a los 6 minutos, Henrique anotó el gol local y pareció que las ilusiones del Pincha se caían, pero la Gata Fernández, 5 minutos después, a los 11, marcó la igualdad y resurgió la ilusión.
Hubo que esperar hasta el minuto 28 cuando Boselli clavó el 2do gol del león, que a la postre, no sin antes aguantar el resultado, le dio el triunfo y el cuarto campeonato de América.
Alegría allá, con el levantamiento de la Copa y la vuelta; y alegría acá, en la casa de Pablo y en la de miles de viviendas platenses.
Esa noche los festejos se extendieron a las calles, que fueron inundadas de banderas e hinchas con camisetas de Estudiantes, con cánticos y bombas de estruendos. Esa fue la parte de la celebración, que tuvo como epicentro la tradicional esquina de 7 y 50.
Al otro día una multitud recibió a la delegación pincharrata en el Aeropuerto de Ezeiza, quienes treparon a un micro descapotable y viajaron hasta La Plata en una larga y colorida caravana de vehículos de todo tipo.
Los hinchas albirrojos se concentraron en plaza Moreno y fueron saludados por jugadores y cuerpo técnico desde el Palacio Municipal. La alegría no tenía fin.
Pablo fue parte de toda esa marea humana. Se acercó lo que más pudo a los jugadores. Le gritó a Verón, y la Brujita se dio vuelta y le alzó el pulgar. El joven lo tomó como el agradecimiento por la cábala del sueño.
Pasaron varias horas de festejo y el joven que a esta altura había perdido, entre la multitud, a sus familiares y amigos, decidió emprender la retirada de la plaza y caminó por diagonal 73.
Frente a un kiosco detuvo su marcha un automóvil y bajó un hombre a comprar agua mineral.
Era el DT Alejandro Sabella, ya no en un sueño, ahora en carne y hueso.
Mientras por la pequeña ventana pagó el agua, Pablo lo observó, en soledad, desde la vereda.
En ese momento eran pocos los celulares y, encima, no tenía nada para que le firme un autógrafo.
-Te puedo abrazar -le dijo entonces el joven.
Sabella abrió sus brazos y se dieron un fuerte abrazo.
-Me dijiste que nos ibas a sacar campeón y cumpliste: sos un crack -dijo Pablo llorando de emoción y rememorando lo soñado.
Sabella, sin saber del sueño del hincha, le dijo: “nunca dudé que salíamos campeones. Te pido algo: disfrutalo y no te olvides cuando seas padre y abuelo, de contarle a tus hijos y nietos, lo que significa la pasión y la mística copera de Estudiantes, de este club que, cuando llegué, me enseñaron que es una gran familia. Yo mamé eso y quedé enamorado y prendado con esta familia. También aprendí que su gloria se transmite de generación en generación y esa es tu responsabilidad ahora. Por el momento seguí festejando el Tetra campeonato de América pibe!”.